04 de Julio 2020
Marcelo René Walter
Deolinda Carrizo, santiagueña ella, del pueblo de Quimilí ella, co-Secretaria Operativa de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) hasta 2019 ella, campesina e indígena ella. Un rostro entre muchos otros que marcan un camino en la lucha por la tierra, por la soberanía alimentaria, por los derechos e igualdades de las mujeres campesinas, por la agroecología, por la defensa del territorio contra el embate de los empresarios inescrupulosos, por las semillas libres para el consumo del pueblo.
Su historia debería marcar cientos de páginas en las búsquedas de la omnipresente red de redes, pero sólo aquellos que conocen su derrotero escriben sobre ella. O sobre el MOCASE (el Movimiento Campesino de Santiago del Estero). O sobre el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI).
Cuando se puso de moda invocar al enemigo interno en la Argentina neoliberal y saltó a la luz la incomprobable Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), y allí sí, se llenaron de ríos de tinta las redacciones de los grandes medios, también el MOCASE se convirtió en enemigo. La historia –es un hecho- se escribe desde un solo lado del mostrador.
A costa de prepararse, de participar en distintos congresos y reuniones, de discutir contra las injusticias y enfrentarse a las topadoras, el nombre de Deolinda, la Deo, como la llaman, se hizo carne (o semilla, mejor) entre los que no tuvieron el placer de conocerla. Un día esta historia llegó hasta Villa Ciudad Parque y es de decir que se quedará para siempre. Como la resistencia misma. Como la tenaz raíz que se abre paso entre la tierra campesina e indígena, como la fuerza interior de una cultura que se propaga, indiferente a los tropiezos y a los escarnios de los poderosos.
Es ella la que se presenta: “Soy campesina, indígena del pueblo Vilelas y mi familia estuvo en la organización (el MOCASE) desde temprano, casi co-fundadores mi abuelo y mi padre. Después yo misma empecé a tener tareas cuando tenía dieciocho años en el área de comunicación y desde ahí he seguido y he estado en los últimos años siendo la representante continental de la Cloc con equipos del Movimiento nacional Campesino Indígena y mi organización de base que es el Mocase (Movimiento Campesino de Santiago del Estero)”.
Una apretada síntesis se convierte en un botón de muestra de sus intensos primeros cuarenta años: “En los años noventa empezamos a decir que éramos la voz para combatir las políticas neoliberales que en ese tiempo venían con mucha fuerza. Hemos articulado junto con otras organizaciones la campaña continental contra el ALCA, el área de libre comercio de las Américas que impulsaba Estados Unidos, hemos estado haciendo los foros sociales mundiales y ahí teníamos nuestro espacio para debatir, difundir. Desde el 2013 al 2019 la Secretaría Operativa de la Cloc ha estado en Argentina, en la responsabilidad del Movimiento Nacional Campesino e indígena y yo era parte del equipo. El año pasado hemos hecho entrega de la responsabilidad a la sección Centroamérica, concretamente a Nicaragua, en el Congreso hecho en Cuba”.
Cuando se sumerge de lleno en el tema que la apasiona, las palabras la desbordan y empiezan a florecer: “Nosotros empezamos a trabajar el término de soberanía alimentaria cuando nos hemos plantado, porque logramos llegar a la instancia internacional, a esas esferas que eran casi imposibles de alcanzar para el campesinado en la Cumbre sobre la Alimentación. Allí con nuestra voz le hemos dicho a las transnacionales y a los organismos internacionales que promovían la revolución verde; todo lo que ha sido esta imposición del monocultivo en nuestro planeta, la extranjerización de la tierra; que la seguridad alimentaria en manos de esa gente iba a provocar más hambre. Y que no es la seguridad alimentaria lo que nosotros y nosotras defendemos sino soberanía alimentaria. Y esto significa que se nos respete el derecho a producir, a decidir qué producir, cómo, a los pueblos de acuerdo a sus características, sus regiones, sus culturas. Y después de tantos años se ven esas políticas que denunciábamos en ese momento. La concentración de la tierra y la llamada revolución verde en la actualidad han generado mucho más hambre con la mecanización de la agricultura a grandes escalas, que básicamente en los países de América Latina y África se utilizan para exportación. Y esa es la lucha que hemos tenido en esos ámbitos”.
“Después, en cada uno de nuestros países, principalmente en la lucha en las naciones donde estábamos como Vía Campesina junto con los aliados seguimos promoviendo la soberanía alimentaria, la agroecología, que nosotros la vemos inmersa en un proceso constructivo, cotidiano de la reforma agraria integral y popular. Y cuando decimos reforma agraria no hablamos de la repartición de tierras como se la conoce, promovida por el Banco Mundial, por los organismos internacionales, que era repartir la tierra, entregar el título a una persona y que eso se convierta después en una garantía para seguir con la mercantilización de la tierra. ¡No! Nosotros tenemos culturas campesinas indígenas, poseemos de formas comunitarias, el territorio lo administramos como tal y a esa forma de vida y de cultura se la tiene que reconocer. Así que también hemos hecho todo un proceso de impulso ante Naciones Unidas para que se reconozcan los derechos de los campesinos y las campesinas y personas de las zonas rurales que se ha aprobado en diciembre en la ONU, que es una herramienta más para continuar con esta lucha que en definitiva es una lucha por un modo de vida. Seguir produciendo alimentos sanos, variados, que sean accesibles en los mercados locales principalmente”.

Deolinda Carrizo, ella, semilla misma nacida de una lucha ancestral que se niega a aceptar que hace más de quinientos años ¨fueron descubiertos¨ habla también de esas otras semillas, las que no tienen ni deberán tener jamás dueño: “La semilla es la vértebra fundamental. Es primordial para garantizar la soberanía alimentaria. En la semilla que sembramos en cada uno de los territorios existe la biodiversidad del lugar y ahí también hay semillas nativas, originarias y otras que son parte de la alimentación de los pueblos. Las transnacionales y los gobiernos han impulsado leyes o cambio de leyes para entregárselas a las multinacionales, y aquí en Argentina hemos tenido una gran lucha desde el 2011 porque han querido hacer una modificación a la actual Ley de Semillas que hasta ahora se ha mantenido y si se cambiara podría dejarle a Monsanto y a Bayer más puertas de las que ya tienen. Y criminalizar así por el uso de nuestras semillas al campesinado, a los pueblos indígenas, a los productores familiares”.
“Tenemos una experiencia en América Latina, en Colombia, donde en el 2013 se hicieron secuestros de alimentos a los campesinos por estar afectando a una de las leyes que favorecía a las transnacionales, pero con la lucha del pueblo colombiano la han dado de baja. Y aquí en Argentina ese asunto sigue latente porque con el tratado de libre comercio con el Mercosur, que el anterior gobierno promovía, querían terminar de abrochar la sentencia de muerte para el campesinado de nuestro país. Pero hay unidad, hay organización, hay una población cada vez más consciente de qué es lo que consume y también está interviniendo y empujando algo que creo es necesario en nuestro país para modificar la matriz productiva que tenemos”.
“Nosotros lanzamos con Vía Campesina en el 2008 una campaña que se llamó ¨patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad¨ para defender nuestras propias semillas, garantizar la soberanía alimentaria y la producción agroecológica. La estrategia fue crear casas de semillas para multiplicarlas y por eso en las ferias y en los lugares donde hemos podido no solamente las intercambiamos sino que también las regalamos. Y aquí en Argentina tenemos en Salta, en Santiago del Estero en la Universidad Campesina, en Buenos Aires, en Misiones, en Jujuy, casas de semillas que están siendo trabajadas por las comunidades. El año pasado hemos estado muy activos con una campaña que era ¨adopte su semilla¨”.
Los intercambios de semillas, tan caros ya a la construcción comunitaria de VCP, también tienen lugar en su alocución: “A lo largo de estos años nos hemos ido encontrando con compañeros y compañeras en las ferias que hacían intercambios de semillas. Ha sido muy esperanzador eso, porque es una ventanita más o una puertita más en esta gran lucha que no corresponde sólo al campesinado o a las comunidades indígenas sino también a todo el pueblo, porque están queriéndonos privar de ese derecho a la alimentación sana, variada, local, que los gobiernos neoliberales han intentado extranjerizar cada vez más importando alimentos envasados”.
El papel de las mujeres, el feminismo y su visión campesina, la juventud. Todo se entrelaza dentro de su pensamiento y desde su organización para formar una receta popular con todos los ingredientes: “Cuando empezamos este proceso de organización en la Cloc Vía Campesina ha sido con mucha presencia de las mujeres. Una de las cosas que se ha marcado siempre fue la participación de las mujeres. Y todo por las responsabilidades que tenemos. No sólo en el territorio, en la lucha por las semillas, la alimentación, sino también por las responsabilidades políticas. Esas responsabilidades políticas sin nosotras no se concretan. Y es así que impulsamos como principio en la Cloc la paridad de género y la representación de la juventud. Así que empezamos con una primera asamblea de mujeres. Las asambleas se hacen previas a los congresos, donde se terminan de debatir y concretar algunos posicionamientos y uno de ellos ha sido sobre el feminismo campesino y popular. Ante el auge de los feminismos en América Latina en esos tiempos y en casi todo el mundo ahora, nosotras, porque nos vemos y no nos vemos representadas en algunos, sobre todo en los feminismos urbanos, lo que hemos definido es ponerle un apellido o un nombre más a esa lucha de las mujeres por la tierra y el territorio y lo denominamos como el feminismo campesino popular y comunitario y otros le ponen comunitario revolucionario, que es la construcción no sólo de cuestiones de igualdad y de justicia sino también de otra sociedad porque entendemos que en una sociedad capitalista también la cuestión del feminismo tiene un techo. Y por lo tanto como Cloc lo que hacemos es el trabajo de una sociedad socialista. Es un socialismo no entendido como el clásico sino el socialismo desde nuestra identidad, de esos procesos que estamos transitando. En el 2010 era ¨sin feminismo no hay socialismo¨. Y ahora como está en marcha el feminismo dentro de Cloc Vía Campesina decimos ¨con feminismo hay socialismo¨”.
En los primeros días de junio se decretó desde el Gobierno Nacional la intervención de la empresa Vicentín, que ahora atraviesa las sinuosas maniobras de los poderosos de siempre, fue recibida con beneplácito por Deolinda, pero también profundiza el concepto: “Cuando asume el actual presidente una de las cosas que nosotros y nosotras celebramos era que colocara la agricultura campesina e indígena, no lo ha dicho así, pero a la agricultura en pequeña escala como un actor principal. Y hemos visto después que ha reinstalado lo que era la Secretaría de Agricultura Familiar, ahora llamada Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena. Y ahora cuando ha sido la intervención de Vicentín, el que lo anuncie como que es una estrategia para caminar hacia la soberanía alimentaria del país también lo celebramos porque para nosotros es importante no sólo porque haya dicho ¨soberanía alimentaria¨, sino porque también ha puesto en la agenda pública el concepto. Para nosotros la intervención es un paso porque el Estado va a estar colocando ahí los intereses del pueblo y creemos que al ser una empresa tan grande, si se dan los cambios, además de exportar va a poder comercializar dentro del país algunos alimentos más baratos. Y dijimos ¨es un paso¨, porque el Estado va a intervenir. Pero otros pasos necesarios son cambiar el modelo productivo y transformar la matriz que integran Vicentín u otras empresas, y eso también ha dado pie a las propuestas sobre la cuestión del arraigo, que otros llaman la vuelta a la tierra, o la vuelta al campo, y en definitiva se está hablando de la desconcentración de las ciudades, de repoblar la tierra para poder trabajarla para tener alimentos para los pueblos. Hay cada vez más personas que entienden que en las grandes ciudades aquello de la buena vida siempre ha sido una mentira y hay que volver a la tierra”.

Hay circunstancias que marcan la historia, y seguramente el enemigo minúsculo y formidable que recorre el mundo en estos días –el coronavirus- será uno de los más recordados de los últimos tiempos. Estos días extraños también hacen mella en las luchas populares pero no las doblegan. Al contrario, sacan a relucir la fuerza absoluta de la certeza de estar en el camino correcto, incluso hasta cuando se debe apelar a sostener desde lo cotidiano tanto las luchas como lo básico de la comida diaria: “En estos tiempos de pandemia nosotros tenemos distintas situaciones tanto de desgracias como de buenas oportunidades. De desgracias porque ha habido de parte del Poder Judicial algunas medidas que han perjudicado al campesinado. Han habido muchos casos aquí en Santiago del Estero concretamente donde se han imputado a algunos compañeros por denuncias de los empresarios por usurpación de tierras. Esto es mentira porque las familias de aquí viven hace más de veinte años en una tierra y viene un empresario y las quiere sacar. Y debido a esa negativa a abandonar el territorio muchos son denunciados por usurpación o hurto de productos forestales. Les metan causas criminales, penales. Y lo que han hecho fiscales y jueces es reavivar en esta cuarentena algunas de esas causas y han detenido a varios compañeros. Hemos tenido desde marzo hasta junio mismo detenciones de cumpas. Una de las últimas que hemos hecho visible ha sido la de Caspi Corral, del departamento Figueroa donde han ido trece vehículos a las seis de la mañana a detener a compañeras que habían sido denunciadas por amenazas y por usurpación. Pero cuando los abogados vieron el expediente la fiscal para mandar esa orden de detención tenía la captura de pantalla del celular de uno de los compañeros, o sea que también ha habido vigilancia. Hemos hecho luchas y los han liberado. Y han tenido que cambiar la carátula. No han podido sostener lo de usurpación y lo de amenazas y lo han dejado como violación de cuarentena. Así como esa hay otra al sur de Santiago del Estero y en el departamento Alberdi hubo golpiza a cumpas por grupos armados que siguen teniendo los empresarios, y además violaciones a los amparos ambientales que existen contra los que fumigan alrededor de las familias. Y en otras provincias también. En el caso de Jujuy ha habido intento de desmontes al igual que aquí en Santiago y se han frenado y los que no se pueden frenar porque no estamos cerca le meten topadora. Chaco lo mismo. Esas cosas están pasando y tenemos que estar alertas”.
“Hemos implementado en algunas provincias con los barrios populares mecanismos para sostener, no todos los días pero algunos, el guiso. Aquí en Santiago en estos últimos tres meses han crecido más la cantidad de merenderos, comedores o fogones, porque tienen tres nombres que le van poniendo de acuerdo al lugar. Y son cinco mil las personas que vienen a retirar su vianda. En otras provincias lo que nosotros hacemos cuando podemos es llevar un poco de carne o de leña que es lo que tenemos para compartir con esas familias, con los comedores que se han ido armando para aguantar en este tiempo que es tiempo de solidaridad”.
Deolinda Carrizo se arraiga en la tierra. Sus raíces son tan fuertes como sus razones. Sus convicciones nos interpelan y nos sirven de banderas. Allá vamos, mirando al futuro con otros ojos gracias a que tuvimos la enorme dicha de apenas conocer su historia.