Desde el triunfo de la Revolución en 1959, Cuba se constituyó en un faro para nuestro continente. Un faro que marco el rumbo, tanto de los discursos revolucionarios y populares, como el de las arengas contrarevolucionarias y ataques de sectores conservadores.
Las embestidas contrarevolucionarias digitadas desde los Estados Unidos pasaron de intentos de ocupación militar a la organización de atentados, se dispuso un despiadado bloqueo económico, con campañas comunicacionales de desprestigio y más recientemente mutaron a un nuevo tipo de guerra cultural montada sobre el uso masificado de los dispositivos móviles, las redes sociales y las plataformas digitales de contenidos.
Es en este marco aparece el documental “La dictadura del algoritmo”. Es ésta, la primera respuesta de Cuba al desafío de una batalla en el nuevo terreno de las ideas y las comunicaciones.

En palabras de Pedro Santander Molina
Una de las más peligrosas y constantes agresiones que la Isla debe soportar en la actualidad ocurre en el terreno comunicacional. Tanto Raúl Castro como el Presidente Díaz Canel lo han advertido con claridad: después del ataque económico, el comunicacional, promovido y financiado por EE.UU. y sus servicios de inteligencia, es el más peligroso al que se enfrenta este territorio libre de América.
Los protagonistas de estos ataques comunicacionales contemporáneos son los medios digitales y las redes sociales; y la doctrina que orienta sus métodos es la llamada Guerra de Cuarta Generación (G4G). Se trata de una mezcla peligrosa. Las redes sociales son hoy la mayor fuente de información de amplios segmentos de la población; su atractivo hace que sobre todos los jóvenes y niños pasen gran parte del día en ellas. La batalla se libra en la palma de la mano, donde los dispositivos móviles nos muestran tendencias, modas, famas efímeras y popularidad que se despliegan en las redes sociales, todas ellas en manos de pocas corporaciones con asiento en EE.UU., son los “gigantes tecnológicos”.
“no solo se produce un objeto para el sujeto, sino que se crea un tipo de sujeto para ese objeto”
(Karl Marx)
Se trata de un tipo de guerra cuyo campo de batalla no es el frente militar, sino la sociedad en su conjunto, con predilección en atacar sus dimensiones culturales. El objetivo es claro: promover un colapso interno, sicológico, moral de las personas; es decir, socavar por dentro. Hacer la guerra de este modo es una forma de expandir la agresión a todo el espectro de la vida cotidiana. Para ello se emplean, entre otros, operaciones psico-sociales ejecutadas a través de los dispositivos de comunicación, como los medios digitales o las redes sociales.
En esa lógica decenas de medios, activistas, bots, trolls, cyborgs y fake news se encuentran en movilización permanente para tensionar, inventar, exagerar y distorsionar la realidad cubana.
El lanzamiento del documental “La Dictadura del Algoritmo” se inserta en este contrataque. Bien lo sabe Cuba: hay que educar para resistir y triunfar. Y en esta interesantísima pieza audiovisual de 52 minutos, producida por un equipo de profesionales cubanos y cubanas, dirigida por Javier Gómez Sánchez, vemos una realización con un alto valor didáctico para toda audiencia. A lo largo de casi una hora y en el marco de un destacable trabajo de edición, nos enteramos por la boca de cubanos y cubanas del rol que la actividad automatizada, los algoritmos, las redes sociales, las fake news y las comunidades virtuales juegan hoy en esta batalla por la verdad que se libra en la Isla.
En la variedad de estos testimonios radica una parte importante del valor de este documental: escuchamos expertos y expertas en el tema, tanto en cuestiones relacionadas con la infraestructura tecnológica como con el uso político de las redes. No puede uno dejar se asombrarse de la claridad y del conocimiento que tienen estos y estas profesionales acerca de lo tecno-digital, a pesar del bloqueo tecnológico sobre Cuba. También vemos testimonios de isleños que han sido víctimas de lo que se conoce como el troleo en redes sociales, es decir, la publicación masiva, acosadora, de mensajes ofensivos, degradantes y provocadores contra comunicadores revolucionarios, en el marco de ataques coordinados y aupados por plataformas y medios digitales financiados desde Miami.
Pero el documental no se queda sólo en la denuncia. También observamos una autocrítica directa y sin maquillaje al modo y a la tardanza en cómo el campo revolucionario ha enfrentado esta variante del ataque contra-revolucionario. Es una deuda que se tiene y se llega con atraso a saldarla, debido, a menudo, a rigideces conservadoras e improductivas que la fuerza de los hechos, nos obligan a revisar y derrumbar.
El reciente arribo de Internet a Cuba supuso un cambio en la vida de la sociedad. Cambiaron las maneras en las que nos relacionamos, accedemos a la información, investigamos y modificamos nuestro entorno. Por tanto, es hora de poner en cuestión qué está pasando en Cuba con Internet.