El paso por Jujuy

Pequeña crónica de un recorrido por las manifestaciones contra la Reforma

Para llegar a Tilcara hay que recorrer la ruta 9, que cruza, paralela al Río Grande, toda la Quebrada de Humahuaca. Sabíamos que el corte en Purmamarca abría su paso cada tres horas y la recomendación era llegar unos minutos antes y esperar que se abra para poder seguir viaje.

Detenidos detrás de un bus que anunciaba destino a La Quiaca, me bajé a caminar, queriendo llegar a ver el corte por mis propios medios. El campamento resultó estar mucho más lejos de lo que yo pensaba, la fila de vehículos que esperaban era muy larga. Cuando, casi un kilómetro más adelante, divisé el lugar. Mis ojos se toparon con una gran cantidad de uniformados que, previamente, parecían ocuparse de la cuestión vehicular (una vez que se abre, pasan primero los vehículos dirección norte-sur, luego los que van subiendo y así, cada diez minutos, hasta que se vuelve a cortar por las siguientes tres horas).

Al acercarme un poco más, corroboré que eran gendarmes. Me saludaron amables mientras yo seguía a paso firme y los dejaba atrás, llegando a las casillas rodeadas de gomas y barreras que efectivizan el corte. La cuestión está muy bien organizada: los manifestantes tienen handys y coordinan con los gendarmes el paso general y los permisos especiales. La aparente buena onda entre civiles y uniformados me confirman que es real. ¿Quizás porque muchos de los gendarmes son oriundos del lugar? Se sabe, de cualquier manera, que no saldrán en defensa del pueblo si se ordenara el levantamiento del corte por parte de las autoridades.

Cuando logré llegar ya habían comenzado a avanzar los vehículos y las personas que les daban paso entregaban volantes mientras entonaban sus cantos: “La dignidad del pueblo no se vende/ se defiende…” y el hit del corte con melodía de tinku: “Morales gato, sos un ladrón/ le robaste a la educación/ tu has mentido, has engañado/ a todo el pueblo./ Morales gato, sos un ladrón…”.

Algunos autos tocan bocinas, algunos sacan el “dedo mayor” y otros tantos pasan indiferentes, preocupados más por seguir camino rápido que por el futuro del pueblo jujeño. Conversando con las personas que entregaban los volantes, rápidamente distinguí -a pesar de las caras tapadas- que muchos eran “avenidos”, esos que son locales pero no han nacido allí ni se han criado en la cultura, pero la han tomado como propia.

Por las noches, me cuentan, son las bandas de sikuris las que hacen el aguante cuando arrecia el frío y tiemblan las voluntades. A pura música de cañas ancestral y olla popular, se defiende la dignidad, la tierra y los derechos, en una manifestación popular que ya lleva casi dos meses. “Arriba la Wiphala, abajo la Reforma”, es uno de los lemas.

Días después, me dispongo a seguir viaje rumbo a la Puna. Desaparecen el Río Grande y las montañas cercanas y aparece el llano, el altiplano con sus hermosas llamas y vicuñas. Llegamos a Abrapampa y rápidamente corre un rumor por todo el colectivo en el que viajamos: hoy el paso no abre a las 15hs, hoy el corte se sostiene por seis horas, “por el quilombo en Buenos Aires”, comenta el chofer. El Malón de la Paz está en Tribunales, pero la reforma constitucional se mantiene y no hay novedades de cambio, así que, en Abrapampa, el corte se endurece.

De nuevo, camino hasta el lugar de los hechos: aquí no hay cantos, ni folletos, ni avenidos, ni buena onda. Me dicen que el corte es hasta las 18 horas (son las 14) y se dan vuelta. Las dos mujeres que me respondieron siguen hablando entre ellas, ignorándome de manera deliberada. De alguna manera, ellas son el alma que resiste en los cortes, cocinando y cuidando a las familias.

Aquí, cada comunidad tiene su casilla, su pequeño rancho (en algunos las personas sólo entran acostadas) que han instalado a lo largo de cien metros sobre la Ruta 9. Cada comunidad indígena tiene su cartel, indicando el origen y reivindicando su lugar, su tierra, su agua. Un docente que tiene que llegar a dar clases y decide seguir a pie, cuenta que “en Purma” decidieron levantar el corte de cara a las elecciones y también dice que ese corte no vuelve más. Habrá que esperar al lunes.

“Aquí resisten las comunidades”, afirman los carteles. En Jujuy, existen casi 500 comunidades indígenas. Ellas son las que controlan todo en el corte, sin handys ni gendarmería en el lugar. Llega una camioneta repleta de policías con anteojos de sol que pasan mirando mal y regresan enseguida para Abrapampa.

Cuando la Puna se va tiñendo de violeta por el atardecer, el paso se abre y seguimos viaje. Ya casi no hay luz del día cuando llegamos a La Quiaca, donde nos espera el último paso que obliga a entrar a la ciudad de a pie. Todavía más gente que en Abrapampa sostiene aquí el “No a la Reforma”, “No al litio”, “NO” a que les saquen lo único que tienen. En cada rancho se empieza a ver la luz del fuego, que crece para alimentar y calentar a los manifestantes, en otra fría noche que está a punto de empezar.

Durante todo el camino, diferentes carteles en la ruta muestran las “bondades” del gobierno jujeño. A veces parecen un chiste de mal gusto al lado de esos cortes de ruta, de esas caras sufridas que están hartas del saqueo. La campaña publicitaria que vende Jujuy al turismo dice que le “des la vuelta a la provincia”. Parece acertada en un lugar donde todo está al revés, donde los descuentos a docentes que luchan llegan hasta el 100% de sus salarios -y lo mismo: afirman que se viene el paro de nuevo-, donde quienes aparecen en los videos de los cortes han recibido contravenciones con multas millonarias y donde la persecución policial toca la puerta de las casas.

Ahora, en el aire se aguarda saber cuál será el resultado de las elecciones y si el país apoya la lucha por la dignidad del pueblo jujeño o si , Argentina es tierra de “inMorales, como dicen las banderas por aquí..


Lucía Fernández Hadid

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *