Geoingeniería: una propuesta tecnocrática de las empresas de Elon Musk, Jeff Bezos y Bill Gates para desarrollar “analgésicos” que alivien el cambio climático en un intento desesperado de sostener el modelo actual modelo productivo.
En el Valle de Traslasierra existe un mito local que asegura que todas las tormentas que vienen desde el sur no mojan. Por más temibles que se vean en el horizonte, con el correr de las horas acaban disipándose o de algún modo se las ingenian para llevar el agua, tan necesaria, a otro lugar.
Una versión más funcional del mito, asegura que las tormentas son disipadas efectivamente en Villa Dolores por los cultivadores de papa, usando avionetas que tiran explosivos en el centro de la tormenta. Aunque suene medio fantástico la realidad es que esta tecnología para mitigar tormentas con riesgo de granizo si existe y fue muy popular desde la década del ochenta en adelante.Tan popular que en San Rafael, Mendoza, llegaron a instalarse 36 lanzaderas de cohetes equipadas con misiles cargados de yoduro de plata: Una tormenta grande solía recibir unos 800 disparos.
A lo largo del país esta tensión entre pobladores de localidades semi-áridas y productores de frutas y verduras se repite sistemáticamente. Tanto así que en la provincia de La Rioja ofrecían recompensa a quien lograra derribar a la avioneta que “desarmaba” las tormentas.
La manipulación del clima no es una ambición moderna, desde la formación de las primeras sociedades agrícolas hasta la actualidad, el manejo del agua y el pronóstico del tiempo meteorológico fueron factores determinantes para la prosperidad de las comunidades. ¿Pero cuáles son los límites de la intervención climática?,¿En qué momento pasamos de las represas y los molinos a la modificación directa de la atmósfera terrestre?.
Con promesas de mayor rentabilidad, los desarrolladores de tecnologías productivas han convencido a muchos productores agrícolas que agregar químicos al suelo o los cursos de agua es una práctica de bajo riesgo. Pero rociar con químicos la atmósfera es un nuevo nivel de Ingeniería cuyos riesgos no están todavía evaluados.
Supervillanos megamillonarios
En una entrevista reciente el director de SpaceX, Elon Musk, fue consultado sobre métodos posibles para la terraformación del planeta Marte. La terraformación es una teoría fantástica en la que nosotros los humanos, usando tecnología avanzada, podríamos modificar un planeta y su clima a nuestro capricho ambiental. Lo llamativo de esa entrevista fué la declaración del magnate millonario: “Lo óptimo y más rápido sería bombardear nuclearmente ambos polos de Marte”, “¿Te das cuenta de que suenas como un supervillano?” le respondió el entrevistador.
Musk no es el único, Bill Gates en conjunto con un grupo científico universitario promocionan un plan de geoingeniería de escala global denominado SCoPEx. A grandes rasgos se trata de un plan estratosférico que busca, mediante globos aerostáticos rociar las nubes en formación con partículas blanqueadoras que rebotarían buena parte de la radiación solar, logrando así enfriar el planeta 0.5 Cº durante algún periodo de tiempo. Un plan que busca demorar o atenuar los efectos del calentamiento global.
Desde crear nubes de sal, hasta verter hierro en los océanos para favorecer la reproducción de cianobacterias, pasando por los más diversos prototipos de captadores mecánicos de C02 (reforestar nunca parece una opción viable) las empresas más grandes y responsables de emitir gases de efecto invernadero buscan desesperadamente desarrollar “analgésicos” que estiren un poco más la situación climática que el planeta atraviesa.
El pináculo de este delirio ingenieril de salvataje mundial lo coronó Jeff Bezos durante su intervención del COP 26 en Glasgow. Descaradamente el magnate sostuvo que necesitábamos desviar la luz del sol de algún modo y que Amazon iba a colaborar con la situación climática poniendo un gran servidor computacional online para calcular todos los modelos de cambio climático que se quisieran ensayar en su plataforma. Lo macabro del caso fue que ese mismo año Amazon volvía a registrar un nuevo incremento de sus emisiones de C02, acumulando un promedio anual de más de 51,17 millones de toneladas métricas. Amazon emite más que algunos países de Europa.
Estos discursos tecnocráticos de la élite mundial, que se presentan a la sociedad como una solución simplona a un problema de alta complejidad, esconden una demostración de poder, reflexiona Cecilia Strobou bióloga, investigadora y profesora de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Las potencias mundiales y sus empresas estandarte han acumulado demasiado capital, desarrollo tecnológico y técnica gracias a décadas de emisión y extractivismo de recursos naturales. Ahora que el problema es global y ya nadie puede escapar a la trampa que han creado, esgrimen esa tecnología adquirida como una palanca política para sostener su hegemonía.
Si los países en vías de desarrollo no se amoldan a los acuerdos climáticos actuales serán sancionados desde el comercio internacional, mientras que por otro lado las herramientas y tecnologías para adaptarse a un futuro modelo productivo serán exclusivas de las potencias que puedan desarrollarlas o costearlas. La única forma de dar vuelta esta relación destructiva que hemos entablado con nuestro medio ambiente es dar un salto de paradigma tan grande y tan audaz que necesitaremos, primero, grandes consensos sociales sobre cómo habitamos este pequeño planeta azul.
Un buen acuerdo social es el que ha generado el Estado Plurinacional de Bolivia al reconocerles derechos propios a la Madre Tierra, una noción que nos acerca Juan Manuel Rodríguez doctor en ciencias biológicas del instituto de ciencias biológicas y tecnológicas CONICET. La nueva constitución política boliviana reconoce a la naturaleza como un sujeto de derecho propio, así como todos los sistemas de vida que la componen. De esta manera el estado boliviano interviene y regula las interacciones entre sistemas de vida humanos y otros sistemas de vida alojados dentro de la Madre Tierra.
Defender los biomas es una forma anticipada de defender los climas y para ello necesitamos en principio nuevos sistemas legales, compromiso gubernamental y sobre todo un amplio consenso social de que este modelo productivo no es el camino.
Por Agustin Navarro para ElResaltador.com.ar