“ -Vamos a esperarlo acá. Por cómo se estámoviendo va a tardar entre unos veinte a treinta minutos en terminar de bajar… Dejemos que siga comiendo, no tiene sentido ir a pelearle alláarriba, nos comería vivos… Lo esperamos acáy ahísí, lo atacamos entre todos…Era F.C., bombero de Villa General Belgrano, y uno de los responsables del operativo. (…)Atendiendo las indicaciones, caminamos todos juntos hasta la lomada donde estaba la casa, y nos sentamos a esperar, con la vista al noroeste, al monte, al fuego que se acercaba… Lentamente, las charlas se fueron haciendo cada vez más espaciadas y casi en susurros. En cambio, un sonido grave fue abarcándolo todo.Me puse de pie para escuchar mejor.Era algo que nunca había escuchado antes… más que un crujido…era un rugido. Abrílos ojos como quien presiente un espanto.
¿Oís?-me dijo un bombero –Es la bestia. Estáfuriosa.Se oía, claro que se oía. Y entonces supe de la voz del Dragón, mezclada con el quejido del monte, enla quemazón de árboles y plantas, de animales huyendo despavoridos.
¿Cómo algo puede ser tan aterrador y tan atrapante al mismo tiempo?
¿Qué hay en la naturaleza humana que hace que el espanto, a veces, nos hipnotice como liebre frente a un resplandor?
Un estado hipnótico, eso es lo que lo abarcaba todo en aquél cuadro. De todos modos, la mayoría de los bomberos permanecían acostados sobre el pasto; algunos hasta con los ojos cerrados; otros simplemente con las manos en la nuca, mirando el cielo, la noche. La noche completamente estrellada… La Luna en su estado creciente, brillando en esplendor… y el trazo blanco de la Galaxia.
¿Cómo era posible tanta magia y tanta furia al mismo tiempo?
La Luna, la de todos los tiempos, la eterna hermana del cielo; y el monte, abordado por lengüetazos rojos y amarillos, con los árboles iluminados como en una escenografía viva… Y los hombres junto a la casa, sobre el césped verde, allítambién, parte de esa fotografía circular, majestuosa. Los hombres, parte de ese Todo,de las estrellas y del fuego, de la Luna y de la Tierra, del asombro y de la Magia. Entonces respiré profundo y me permití desintegrarme para reunirme con el Todo. Uno con la Luna y las Estrellas, Uno con el Ave sobrevolando entre las llamas una y otra vez, Uno con el Viento hablándole al Fuego. Y la bestia ya no fue tan bestia, y el dragón dejó de rugir, y entonces supe que el fuego y el árbol eran una misma cosa, actores incondicionales de una obra de siglos y siglos. Una obra en la que justamente los únicos que no habíamos comprendido nuestro rol habíamos sido los hombres, los que nos pensábamos distintos, superiores, soberbios…
Los hombres, los que debíamos encontrarle una función beneficiosa a todo; ingenuos u olvidadizos de ser simplemente una parte más de la Obra… Los hombres, los que inventábamos la diferencia, los que alguna vez dijimos esta tierra es mía o de aquél, los que manipulamos todo a nuestro antojo, sin sentir lo vivo de cada parte; los que arrasamos bosques y mares… Los hombres, los mismos que huimos del fuego como el primer día, o los que lo enfrentamos con máquinas porque ya no sabemos cómo tratarlo… Los hombres, los controladores descontrolados, quizádejemos de ser víctimas cuando dejemos de ser verdugos, y asípodamos volver a vivir en el jardín florido cuando regresemos a la humildad de la semilla, de la lluvia, del árbol…”
Ariel Sansolini / Vecino de Villa Ciudad Parque
